Editorial /
El Presidente de la República es un político que causa controversia (siempre). Y las discusiones sobre la publicación de encuestas que le asignan una pérdida de aprobación popular son lógicas.
Lo menos que sus enemigos políticos pueden señalarle es que es un político que siembra vientos y cosecha tempestades. Otros dirán que es intolerante.
Lo que sí es claro, porque lo ha dicho, es la aceptación del mandatario de una disminución de su popularidad y el desgaste propio del ejercicio del poder.
El pasado fin de semana el Presidente encaró, es decir, se molestó, ante nutrida concurrencia en un acto en Tabasco, su estado natal y reprochó a la gente el que no se aquilate la entrega de las becas. También se enojó porque hubo silbatinas y abucheos contra gobernantes tabasqueños.
Si bien López Obrador está muy informado sobre el estado que guarda la Nación, es probable que su propuesta de régimen, la Cuarta Transformación, esté siendo afectada por algunos de sus colaboradores en las entidades federativas, como pueden ser las delegadas y delegados o los gobernantes de Morena.
El Presidente no puede dar por descontado que sus programas sociales están llegando a todos los beneficiarios ya que en los estados hay funcionarios de la 4T que ni siquiera estaban, ni lo están, identificados con el pensamiento de López Obrador.
En los estados hay muchos funcionarios federales que militaban en otros partidos que no comulgaban con AMLO pero que se insertaron en el plan de Morena por una cuestión de coyuntura, es decir, oportunismo, con la ambición de quedar dentro de la ubre presupuestal. Es un error vivir fuera de eso, según se acredita a un político priista.
Una vez que a esos “intrusos” les ha sonreído la suerte al quedar en algún nivel del gabinete general, les está surgiendo en sus cuerpos y actitudes el verdadero color político, es decir, la fantochería y la arrogancia, empujando para estropear la 4T.
Eso se advierte en las conferencias mañaneras donde en varias ocasiones los reporteros han denunciado la arrogancia y hasta corrupción de representantes, es decir, delegados de la 4T en provincia.
También hay versiones en algunos estados donde los representantes de AMLO rechazan y de malos modos, a ciudadanos que son orientados a las oficinas gubernamentales para que soliciten trámites de los programas sociales.
El Presidente ha aceptado que los programas sociales no han alcanzado la cobertura al ciento por ciento y que trabaja para lograr la meta.
Empero, también es probable que un factor de aquella insuficiencia en la cobertura se deba a la conducta reprobable de funcionarios que han optado por la arrogancia y el desaire de los ciudadanos.
El Presidente garantiza que gobierna con honestidad y que en su régimen no hay corrupción, pero no puede dar por sentado que también es así en el resto de los niveles de su gobierno.
El jefe de la Nación toca y toca madera para que no retorne al poder el neoliberalismo y los conservadores, pero debe revisar –ahora que aún es tiempo- a sus colaboradores en los estados porque es probable que su baja en la popularidad esté siendo causada por malos funcionarios.
Por: Pedro García / El Portal de Monterrey