Editorial |
Once Varas | Por: Obed Campos
Busqué de última hora una definición de “estado fallido” y San Wikipedia de las Colonias me dio una respuesta de lo más potable: “Se mide el fracaso de un estado con los siguientes parámetros: Corrupción política e ineficacia judicial. Sobrepoblación y contaminación. Altos niveles de criminalidad, delincuencia organizada, e inseguridad ciudadana”.
Y si esta definición no le cae como anillo al dedo al vecino Tamaulipas, que gobierna el supuesto morenista Américo Villarreal Anaya desde octubre del año pasado, no sé cómo podríamos definir mejor a esa entidad, tan rica en recursos naturales, pero tan pobre en estado de derecho.
Y es que nada más rascándole tantito, Nuevo Laredo es el puerto terrestre más importante del mundo, con un tráfico diario de 14 mil tráilers de territorio mexicano hacia Estados Unidos, es decir, de Tamaulipas a Texas.
Esto significa una derrama de unos 300 mil millones de dólares de comercio lo cual coloca a Nuevo Laredo como un puerto más importante que Los Angeles, Houston, Nueva York, o Chicago… Pero ya sabe usted quien controla hasta las hojas de los árboles en Nuevo Laredo.
Por si esto fuera poco, el vecino Tamaulipas tiene 458 kilómetros de litoral, con sus respectivos recursos petrolíferos, granjas de energía solar y eólicas, más los rubros pesqueros.
Tamaulipas cuanta además con miles de hectáreas de tierra feraz propia para la agricultura, y 370 kilómetros de frontera con el mayor mercado del mundo, que son los Estados Unidos.
Entonces, ¿dónde es que la puerca tuerce el rabo? O, por qué los vecinos tamaulipecos no salen nunca de pericos perros y dejan que sean los delincuentes los que controlen su vida social, económica y política.
La muestra del estado fallido que es Tamaulipas la sufrieron unos motociclistas regiomontanos que en caravana se atrevieron a circular por la carretera “La Ribereña” y fueron perseguidos, acosados y atacados por un grupo de hombres armados.
Tuvieron que acudir policías de Seguridad de Nuevo León, por órdenes de Gerardo Palacios Pámanes, a ofrecerles seguridad a los temerarios motoristas, como si no tuviéramos derecho de circular por ahí. Vaya, como si Tamaulipas no fuera del mismo país, México, que nosotros.
La nota periodística dice que los motociclistas se dirigían a Tula, Tamaulipas, a una ceremonia religiosa de bendición de cascos, cuando fueron interceptados por los amos del camino, es decir, los delincuentes.
Claro que inmediatamente después del evento, Comunicación Social de Gobierno del Estado de Tamaulipas, comenzó a filtrar la especie de que uniformados de la Guardia Estatal reforzarían la seguridad de las carreteras de Tamaulipas con más de 3 mil 800 efectivos.
Y pues si usted aun espera que la situación cambie, lo invito a visitar Tamaulipas en unos 5 o 6 años, porque la administración de Américo Villarreal Anaya va apenas comenzando. Si a eso se le puede llamar administración, porque gobierno, lo que se dice gobierno, pues no es.
Y es que parece surrealismo, pero es una realidad: la delincuencia es dueña y señora de vidas y haciendas en Tamaulipas.
Las expresiones e imágenes vertidas en esta columna de opinión, son responsabilidad únicamente de su autor y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Portal de Monterrey