Editorial |
Once Varas | Por: Obed Campos
Esta entrega mía la intitulé “Nuevo Laredo en llamas ¿y el gobernador?”, preguntando de nuevo dónde queda la autoridad y la calidad moral que debe de tener e imponer el mandatario de un estado tan importante como Tamaulipas, quien, más que haber ganado en las elecciones parece que se sacó el tigre en el sorteo de la feria.
Me adivinó usted: me inspiré en las aterradoras imágenes (una vez más) de la violenta y mortal frontera en que se ha convertido la otrora próspera y ejemplar ciudad de Nuevo Laredo, controlada hasta los cimientos por la delincuencia
¿Dije próspera? Sí, pero debí decir también que Nuevo Laredo por mucho fue ejemplo de patriotismo, desde su fundación, en el siglo pasado, cuando los Estados Unidos nos arrebataron Texas y la mitad del territorio y se llevaron consigo a Laredo. Un puñado de mexicanos de sepa desenterraron a sus muertos y se vinieron de este lado del Río Bravo a fundar lo que luego sería el más importante puerto del mundo… Y ya ve usted lo que es ahora, con una alcaldesa que más bien actúa de prestanombres, y calientabancas, Carmen Lilia Canturosas, la cual le cuida la silla a sus familiares, quienes son los verdaderos poderes tras el trono.
Pero volviendo al tema del desorden gubernamental tamaulipeco, escribe mi amigo, el intelectual, escritor y periodista José Angel Solorio que “Ningún gobernador que se recuerde, ha sido repudiado por las bases partido que lo llevó al poder, en tan poco tiempo como (Américo) Villarreal Anaya. Cavazos Lerma, llegó al estado con la encomienda de aniquilar al PRI para dar paso a otra organización de tinte salinista. No le alcanzó el tiempo; con todo eso, sus correligionarios priistas sólo exhibieron rechazo explícito al gobernador en pequeñas manchas de la geografía estatal”.
Y Solorio remata certero: “Al doctor Américo Villarreal Anaya, por lo visto, en tan pocos meses ya no lo quiere nadie, fuera de sus familiares más cercanos”, y “de acuerdo al vox populi, actúa como si fuera un gobernador fuerte, incuestionable e imbatible. Soslaya a sus aliados; golpea -con su mano mediática-, a quiénes aún siendo sus seguidores, no piensan como él; ha cedido partes de la autoridad gubernamental a su familia y ha incumplido pactos con actores que en el pasado colaboraron para llevarlo a donde está”.
Y por si hubiera alguna duda de lo tétrico de la situación en Tamaulipas, dice Solorio: “Hasta a su tío el ex presidiario, Fernando Arizpe García disfruta de las mieles del poder y sus derivaciones. Un hijo de él, -primo del Ejecutivo estatal- ostenta un importante cargo en el sistema educativo regional”.
Y comparado con sus antecesores, el fallido mandatario puesto frente a los recuerdos del brujo Manuel Cavazos Lerma, del inefable Tomás Yarrington, o el Ken de la Barbie, Eugenio Hernández, o el gris Egidio Torre Cantú y el fantoche de Francisco Cabeza de Vaca ninguno de ellos le llega a Américo, quien en seis meses ya enseñó el cobre, como se dice popularmente, aunque siga bailando encima del “notable bono democrático que los tamaulipecos le dieron casi como cheque en blanco”.
Vuelvo a ver las imágenes violentas de Nuevo Laredo y parafraseo las lapidarias palabras atribuidas a Porfirio Díaz: “Pobre Tamaulipas, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”.
Las expresiones e imágenes vertidas en esta columna de opinión, son responsabilidad únicamente de su autor y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Portal de Monterrey