Editorial |
Once Varas | Por: Obed Campos
Le costó al pueblo bueno y a veces no tan sabio de Monterrey 8 millones de pesos, o eso dicen en el municipio que le pagaron al “artista” encargado de pintar unos monos en traje de astronauta, que parecen sacados de la distópica revista Heavy Metal, y que bautizó el pintor como “Guardianes”, en la cara norte del túnel de la Loma Larga, es decir, del lado de la regia capital de Nuevo León.
Y dígame usted si no da miedo una “obra de arte” como la del maese “camotero” Rubén Carrasco, que estampó a un trío de sujetos con cascos de astronautas y con animales en sus regazos… Solo de pensar que se trate de una obra profética de lo que nos espera a los regios en un futuro no muy lejano…
El pintor, que debió más bien dedicarse al rotulismo, explicó que “quiso plasmar la belleza natural y la vocación industrial del estado de Nuevo León” ajá. No sería que fumó cola de borrego de la de Galeana y vio el oscuro mañana para los infortunados de nosotros, quienes, al paso que vamos tendremos que usar escafandras para seguir con nuestra vida “¿normal?” ante la contaminación que nos receta por toneladas la Refinería de Cadereyta.
Y lo de los animalitos en manos de los astronautas dice el pintor, que son para que la gente se concientice y se conviertan en protectores de “un futuro mejor”.
E insiste el poblano, los tres monos de la pintura no son astronautas aunque portan cascos muy parecidos pero eso sí, traen overol para representar a las industrias del acero, del cemento y del vidrio y cargan un venado, un águila y un oso en sus regazos… Y de las mangas de sus uniformes cuelgan chimpas, como de las “cuerudas” tamaulipecas.
En cuanto al parecido de los tres personajes con exploradores espaciales, abunda que los trajes no son “astronáuticos”, sino más bien uniformes de una industria en el futuro… y sí, al paso que vamos, insisto, los regios tendremos que usar esos cascos para salir a la calle porque pronto se nos habrá acabado el oxígeno.
Y adivine usted quien le firmó el cheque a este pintor de brocha gorda: sí, el mismísimo Luis Donaldo Colosio Riojas.
¡Monterrey, we have a problem! Y como dije, Monterrey no es Cabo Cañaveral, es Cabo de Miedo.
LA VIDA TE DA SORPRESAS
Una vez más, ya no tan sorprendentemente nos encontramos con un político involucrado en supuestos actos de corrupción. En esta ocasión, el protagonista del escandalito es el ex alcalde de Guadalupe y ex diputado Francisco Cienfuegos, conocido como “Paco” pa’ la raza, y su red de empresas ficticias. Pero, ¿qué aspecto de esta historia resulta más impactante? ¿El hecho de que sean 43 empresas o que operen con un número mínimo de empleados y obtengan ganancias millonarias? Verdaderamente, es una asombrosa hazaña empresarial la que ha llevado a cabo Paco.
Resulta increíble cómo algunos políticos logran a base de una habilidad cuasi sobrenatural encontrar formas creativas de engañar al sistema. Sin duda, estos individuos merecerían ser reconocidos por su astucia y audacia. ¿Quién necesita pagar impuestos cuando puede establecer empresas ficticias y disfrutar de sus beneficios sin enfrentar consecuencias?
Parece ser que en este caso la corrupción es un asunto que se extiende al ámbito familiar. Podríamos imaginar la escena: todos reunidos en Navidad, discutiendo cómo cada uno pudo evadir sus obligaciones fiscales y compartiendo consejos para evitar la justicia y seguir acumulando riqueza.
Lo triste de esta realidad es que este tipo de noticias ya no sorprende a nadie. Por el contrario, hay muchos que lo ven con interés y un dejo de envidia… Por lo tanto ya no son noticias. La corrupción se ha convertido en una especie de pasatiempo favorito para algunos políticos, una manera de demostrar su destreza en el arte del engaño y la impunidad. Entre más corruptos, “más exitosos”. Y entre más impunes… más ¿heroicos? Mientras tanto, los ciudadanos comunes continuamos trabajando arduamente, pagando impuestos y esperando que algún día la justicia alcance a todos por igual.
Las expresiones e imágenes vertidas en esta columna de opinión, son responsabilidad únicamente de su autor y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Portal de Monterrey