viernes , noviembre 22 2024

Los medios de comunicación como causa de daño psicológico.

Editorial / Dr. Junípero Méndez Martínez

Llevo 21 años  como médico psiquiatra y psicoanalista, atendiendo a personas con problemas emocionales y trastornos de la personalidad, de esa experiencia derivan las siguientes elaboraciones.

Los medios masivos de comunicación, en particular ciertos segmentos de los medios escritos, producen enfermedad psicológica (psicopatología) de sus lectores y de la población general. Lo hacen a través de  un mecanismo tan continuo y omnipresente, que resulta invisible, del mismo modo que no percibimos el aire ante nuestros ojos.

Falta de respeto por la vida y la dignidad humana.

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La primera vertiente de esta falla ética y moral de las publicaciones escritas, la constituyen la forma de los titulares de los diarios de circulación vespertina; los encabezados de las notas, que con el afán de hacerse atractivos, enuncian los hechos noticiosos  con una mezcla de humorismo negro y picardía sexual, por ejemplo: “se la clavan por la colonia” para referirse a una mujer apuñalada y muerta en alguna colonia de la ciudad, o “los hacen pedazos por Detroit” para reseñar algún grave choque por alcance con pérdida de vidas, frases todas que parecen no dimensionar el hecho de que en ambos casos, la noticia ha sido el fallecimiento lamentable de personas, ante cuyos cadáveres el reportero ejerce bromas sexuales. Un último ejemplo en que -aparte del menosprecio por la vida que exhiben los titulares anteriores- se hace manifiesta ademas una crueldad inadmisible es “le apañan el chiquito”,  para aludir al secuestro de un niño arrancado a los brazos de su madre.

El denominador común de estas notas es que el dolor de las víctimas y los deudos, es tratado de una forma que los lectores puedan divertirse.

La segunda vertiente de la falta de respeto por la dignidad humana y la vida privada,  es constituida por la profusión de notas periodísticas en las que (además del uso de titulares maliciosos como los antes ejemplificados) el contenido de las noticias lo constituyen  hechos de violencia familiar, eventos de maltrato grave a menores, accidentes domésticos con pérdida de vidas, hechos sexuales delictivos  y tragedias por causas sentimentales de la vida  intima de personas,  individuos que no tienen nada que ver con la vida pública, política o artística, y que lo único que han hecho para merecer que sus penosas intimidades sean publicadas, ha sido el ser victimas accidentales de una tragedia física o emocional.

Añádase  al sufrimiento propio de su desgracia, el daño moral de haber sido expuesta su vida privada al servicio de la industria del placer de contemplar el sufrimiento ajeno. Es decir, el cultivo del sadismo social.

Pero no solamente las víctimas de las desgracias así tratadas por los diarios sensacionalistas sufren un daño; el daño psicológico ocurre también en los lectores, y avanza de manera lenta, demasiado tenue para ser advertido y frenado:

– los consumidores habituales de estos diarios son personas de nivel socioeconómico bajo, que leyendo tragedias como las que podrían ocurrirles a ellos mismos y ocurriendo estas  en situaciones medioambientales similares a las propias, colonias descuidadas, viviendas insalubres, encuentran un contradictorio consuelo del estilo de “mal de muchos consuelo de tontos”, que contribuye a un conformismo impotente y hostil como actitud predominante frente a sus propias vidas.

– el proceso devaluatorio de la vida y la dignidad avanza mente adentro cuando el lector, al final de su jornada, frecuentemente acompañado de una cervez caguama, se identifica vicariamente tanto con las víctimas (ridiculizadas por el encabezado) como con el reportero burlón, (extraño representante de figura de autoridad),  y esta experiencia interna contradictoria cotidiana, le  va autorizando inconscientemente, a permitirse cada vez más conductas que van en una gradación creciente de incomodidad y rechazo a las normas, de falta de respeto hacia sí mismo y tendencia a burlarse de sí mismo y de los demás , hacia actos vandálicos sutiles que afean  el entorno, y,  en personas  predispuestas por haber sufrido carencias infantiles o  desarrollo traumático , a ejecutar actos criminales por moda imitativa con los crímenes publicados.

Estas consecuencias son observables a nivel de la conducta, es decir en un grado en que logran emerger a la conducta.
Sin embargo hay una dinámica oculta en aquellos que sólo viven bajo la sombra del sufrimiento sordo, sin crisis, en  la anomia. Hacia allá me enfoco.

Por qué razones puede ser placentero (y por ello continuo, insidioso ) este proceso que a primera vista nos parecería rechazhable?

Desde el punto de vista psicológico, la mezcla de estímulos visuales provocadores en el espectador de vivencias emocionales agresivas y sexuales y la satisfacción inmediata de las necesidades de placer son características de las etapas del desarrollo temprano, es decir, de los primeros años de la vida. Este modo de funcionamiento primitivo,  con el proceso de desarrollo psicológico, haría que las tendencias sexuales y agresivas se integraran  en conductas adaptativas, es decir, el predominio de cada tendencia usada en su contexto para los fines de adaptación a las exigencias de la realidad.

Una complacencia con la exposición a la promiscuidad,  en la acepción original de la palabra (mezcla desordenada  de elementos diversos) indica una estructura psicológica en el adulto que funciona parecido a la del niño, sin los diques evolutivos del pudor, la repugnancia y la moral, solo que en el adulto estructurado patológicamente, coexistirán de manera contradictoria el conocimiento  del bien y el mal con la tolerancia de infracciones morales que ocurren bajo el apremio del impulso, de la búsqueda de placer inmediato.

No habría de  extrañar la aparición epidémica de personalidades impulsivas y regresivas en una población en donde se tolera, cultiva y explota la falta de respeto por la vida y por el dolor ajeno, la carencia de solidaridad y colaboración  interhumana y la promiscuidad agresiva/sexual con fines recreativos.

Quiero aclarar llegado a este punto, que no me han guiado criterios morales o de buen gusto, aunque coloquialmente haya tenido que referirme a esos conceptos para la exposición , sino que me atengo a nociones relativa s a la enfermedad emocional como puntualizaré más delante.

Retomando el hilo conductor, el modo malicioso de exposición  publica de hechos lamentables y trágicos, contribuye a un proceso social de deterioro de los logros que precariamente hubieran logrado en esos individuos las tareas de la formación infantil y de la educación, es decir, un proceso psicológico regresivo, que se sostiene a lo largo de la vida por la razón de que produce placer, y con este efímero placer , ocurre una disminución de la inconformidad vital y con ello una disminución de las tendencias integradoras del desarrollo.

Esta obliteración del proceso de crecimiento mental, de las potencialidades del individuo, es la definición misma de la alteración psicológica.

Es una enfermedad emocional  en el sentido estricto de la palabra, porque la búsqueda de placer inmediato y la evitación del dolor emocional secundario a las adversidades de la vida consolidan una modalidad de funcionamiento mental de sobrevivencia, un modo de funcionamiento mental que es apropiado en situaciones de crisis, pero que vivido de continuo a lo largo de la vida, clausura la posibilidad de autonomía emocional y libre albedrío, pero la frecuencia descomunal de esta enfermedad en la población, hace que se la confunda como un modo normal, como simple estilo de vida inculto.

La objeción natural a esta tesis es el considerarla de inmediato como una exageración, una generalización excesiva de causa-efecto y argumentar enseguida  que son muchos otros los factores, como  las condiciones económicas, educativas y la falta de oportunidades de crecimiento las que contribuyen a que las personas tengan una actitud conformista,  frustrada, resentida y regresiva, potencialmente delictiva, y que los medios de comunicación solamente son reflejo de la situación imperante.

A lo anterior me permito ampliar que precisamente al captar estas necesidades regresivas en la población (estos gustos o afinidades) es cuando los medios, en sus estrategias publicitarias y en sus titulares, se abocan  intencionalmente a satisfacer y perpetuar la necesidad por medio de la vulgarización de la función periodística, es decir, aun en el caso mas benigno, se constituyen los medios en un eslabón que da continuidad  a esta cadena.

Pesimismo, desesperanza y vacío.

No solamente las personas de bajo nivel socio económico son quienes resultan afectadas al ser estimuladas en sus procesos regresivos, también los lectores de notas editoriales, de periódicos de gran prestigio y de circulación matutina , en sus segmentos de análisis y opinión, (y de los cuales  se busca información, aporte cultura y ensanchamiento del criterio) resultan afectados, en este caso por el siguiente elemento inicuo, también omnipresente, invisible, aunque de índole diferente:

En  los artículos editoriales, el contenido del análisis de los temas sobre política, economía, educación, etc, invariablemente avanza hacia una conclusión pesimista.
El enfoque pesimista  puede ser muy manifiesto en opiniones criticas hacia el gobierno, hacia la economía, al sistema político a la acción de la sociedad civil.

Pero aun cuando el editorialista expresa que pretende ser solamente objetivo, no crítico, por medio de la descripción y  comparación de datos que hace  de nuestra sociedad con las de otros países, su argumentación conduce invariablemente al reconocimiento de una desventaja nacional, de cuanto nos falta por aprender,  por  madurar,  de cuantos problemas tenemos para crecer como sociedad,  para convivir en armonía, etc.

La parte conclusiva de tales artículos , de la que se esperaría la propuesta de soluciones o razonamientos, termina generalmente en un exhorto general a mejorar, sin puntualizaciones, o una advertencia del futuro aún más terrible que nos espera si no se cambian las condiciones equivocas antes descritas por él.

Es muy cercano a la reflexión pensar que un periódico no es un manual de soluciones políticas o económicas, sino sólo instrumento de libre expresión, y que no tendría por qué contener ni todas ni algunas respuestas.

Justamente es lo que intento mostrar, el hecho singular y lamentable de que la libre expresión del pensamiento de la clase intelectual que denominamos culta o informada, ha tomado un rumbo en el que parece que el editorialista se siente a sí mismo más inteligente, mas útil, más objetivo, más original y / o más libre pensador, cuanto más devalúa los logros colectivos, en cuanto más sospecha la verdad siniestra que se oculta tras las apariencias, cuanto más muestra que no hay nada digno en las personas y en cuanto socava las posibilidad de confiar en algún proyecto, ya desde antes de que este inicie, en fin, en cuanto más demuestra que todo es corrupto, decadente y sin esperanza.

No olvido que es también un vicio la tendencia de la prensa oficialista de una inverosímil vanagloria con logros que no soportan la prueba del tiempo ni el juicio de la historia, pero lo analizamos ahora parece un bandazo, una tendencia opuesta, del mismo modo extrema y por lo tanto, una generalización dogmática: todo está mal, y todo parece indicar que todo estará aun peor en el futuro.

Así, el individuo medianamente educado, tomando el café por la mañana antes de iniciar el trabajo, con su cerebro receptivo, en un proceso inconsciente de identificación con el editorialista -a quien considera informado e inteligente- luego de leer los contenidos de análisis , enfrentará su día con un renovado arsenal de dudas  y consideraciones negativas hacia su entorno, esperará de su sociedad  lo peor y pretenderá pasar el día con el menor esfuerzo y el  mayor  logro practico posible, con el menor sacrifico y el grado mínimo de amor al trabajo, incluso avergonzándose de tener pensamientos “idealistas”,  los que en esta lógica pesimista  resultarían calificados  como ingenuos, y finalmente será susceptible de corrupción , justificado ideales de progreso que se basen exclusivamente en el bienestar económico personal a toda costa, y en el menor tiempo, al fin y al cabo el mundo siempre ha estado y estará mal.

Pero: ¿en verdad tienen tanto poder sobre la población media los editorialistas pesimistas? -Se me podrá objetar burlonamente- ¿a poco todas esas consecuencias negativas tan solo por leer el periódico? ¿Dónde queda la capacidad de juicio y de libre albedrío de los lectores?, y, ¿qué pasa con aquellos que no leen los editoriales, que solamente leen la sección de deportes?.

Nuevamente respondo con la fórmula  de que aun considerando a los medios solamente como el espejo de una situación humana y social preexistente y que los trasciende , tendrían por lo menos la función de perpetuar de manera aumentada este círculo vicioso, aumentada por el fenómeno psicológico de el individuo común, de su tendencia  a legitimar los contenidos que se le presenten por medio de la letra escrita.

Y si sigue pareciendo exagerado, será necesario explicar que hay fenómenos mentales inconscientes que potencian el efecto de los medios y de sus autores en la dinámica psicológica de la población, pero en un grado en que se hace patente la noción de responsabilidad y redefinición del enfoque periodístico. Los siguientes son sólo unos ejemplos.

– la necesidad humana y social de modelos de identificación opera de manera inconsciente y automática, y que mientras mas insatisfactoria sea  la vida interna de una persona, tendrá mayor avidez de elementos psicológicos significativos, y así, los modelos se incorporan vorazmente , aunque sean dolorosos, así se ingieren los modos de pensar, concebir y ubicarse frente a la vida, y luego, de inmediato,  al interactuar con el mundo, se selecciona de la información que ofrece la realidad, solo aquella que sirve para validar los pensamientos pesimistas previamente absorbidos y concebidos, es decir, se cierra un circuito de pensamiento, muy difícil de modificar, no obstante sea tan perjudicial. Habremos de recordar sólo como ejemplo como pueden las encuestas modificar tendencias de preferencia electoral.

-la última y tal vez más importante consideración : el sentimiento inconsciente de culpabilidad colectiva. Seré reiterativo en favor de la claridad.
La formación y educación proporcionada por padres y maestros que a su vez han sido afectados por la dinámica de pensamiento pesimista, deja en los niños y adolescentes  la sensación crónica  de no estar a la altura de las expectativas, de tener dentro de si, algo malo o de estar siempre deficientes para las expectativas, y aunque en esa edad juvenil, tal sensación  hace una función reguladora de la conducta, es decir, hace al individuo flexible, manejable,  disponible para las tareas de la sociedad, el exceso de esta tendencia termina por consolidar una estructura adulta culpable, en donde los sentimientos de culpabilidad, de falibilidad habitan su mente profunda ; por supuesto aparecen en todas sus actitudes y conversaciones: el sentimiento culpa por no trabajar o estudiar o esforzarse lo suficiente, de no hacer ejercicio,  de no llevar una vida suficientemente saludable, de no bajar de peso, la insatisfacción y culpa son temas tan generales, tan triviales, que apenas se pueden entresacar de la cultura para analizarlos y ver que son manifestaciones patológicas de un sentimiento interno colectivo de culpabilidad, de falibilidad, de fragilidad, persistente y profundo, apenas mitigado por esporádicos triunfos tradicionales, como graduarse , el primer auto, etc. Dejemos en este punto el sentimiento de culpabilidad. Sólo recordemos que tales sentimientos fueron inducidos por figuras  autoridad importantes en los años infantiles del individuo, para luego enlazar a ese sentido inconsciente de culpabillidad su correlato natural, la hostilidad , el resentimiento, como aquel recordado hacia algún maestro sádico de la escuela.

De esta forma será fácil entender ( aunque sea  tan elusivo en la experiencia cotidiana)  que en la vida mental  adulta de los individuos  formados en la doctrina de la culpa, aunque no ya haya en su realidad presente personas acusadoras o castigadoras, trasladarán esa función  y esa sensación de manera automática a todo figura social de autoridad que repita  ese significado, y entonces  gobierno, instituciones, jefes, sociedad, les parecerá amenazante, frustrante, decadente, injusto, peligroso, y por ello, lo justo para ellos será dirigir hacia estas representaciones un rechazo, una descalificación y  un ataque continuo.

Este es justamente el escenario en que se encuentra atrapada la mente de los editorialistas pesimistas.

Precisamente la creación de sus artículos es un intento, reiterativo – lo que indica que no es curativo- de resolver esta sensación interna de culpa/proyección de la agresión.

Es como si el editorialista, medianamente consciente de su libertad, sintiendo esa ciega culpabilidad dentro de si,  sintiera que debiera hacer algo para aliviarla, pero su iniciativa, debido a la percepción agresiva  de la realidad – que él mismo ha distorsionado- no encontrara más salida que denunciar, acusar y señalar los peligros, vicios y falencias del mundo que le rodea,  pero como antes señalaba, este esfuerzo contestatario no le cura, pues luego teme inconscientemente las consecuencias de su agresión, se renueva así la culpa y la necesidad de defenderse al expulsar los contenidos agresivos por medios escritos;

Es este el triste círculo en el que la oportunidad de los medios para despertar, ampliar y cultivar consciencias colectivas, se desangra.

¿Y qué cosa diferente podría hacer el periodista editorial ?

Pues muchas… que a ojos pesimistas resultarán ingenuas, pero que habré de atreverme a enunciar como ejercicio de congruencia:

-considerar, en cada letra escrita, que se están dirigiendo a mentes ávidas, sedientas de un sentido que les ayudé a recobrar un mínimo de auto consciencia
-reconquistar la valentía de hacer sugerencias concretas al individuo singular, al hombre, a la persona, no a la masa anónima conceptuada como sociedad.
– sobreponerse al rubor de concebir esperanzas y buena voluntad.
-declarar que es posible el cambio individual, y con la suma de cambios individuales es posible el cambio colectivo.
-dejar de centrar la critica inteligente en las macroestructuras del poder y gastar el ingenio en tratar de aterrizar los análisis políticos y económicos a posibilidades de conductas concretas que los individuos puedan realizar en su vida diaria, aclaro que no para protección de los sistemas gubernamentales, sino para desempolvar, revivir y dignificar el concepto de individuo.

En fin, alentar una tendencia, a la cual yo espero estar contribuyendo con este artículo, de volver a poner al individuo en el puente de mando de su propia vida, de expansión y profundización  del sentimiento de vida interna, del subrayar el valor de la subjetividad como asiento de la individualidad , que a su vez es el la herramienta para decidir y justificar la propia vida, para recuperar el sentimiento de espacio posible de libertad, (libertad no en un sentido radical, absurdo y   caótico) el limitado espacio que,  aunque acotado por el derecho de los demás,  es el único donde el hombre puede volver a sentirse consciente de si, y dueño de su vida.

*El Dr. Junípero Méndez Martínez es médico psiquiatra y psicoanalista, miembro del consejo directivo del Colegio de Psiquiatría y Psicofarmacología de Nuevo León, Organismo colaborador de la Administración Pública para regular en materia de la práctica clinica de la especialidad en el estado de Nuevo León.

 

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