Por: Pedro García / Editorial
El gobierno federal a través de la Comisión del Agua y los inminentes alcaldes de Guadalupe y Monterrey van a perder una oportunidad de oro para contribuir en la reconstrucción del llamado “tejido” social, es decir, promover el sano desarrollo de la sociedad, para el caso que ahora nos ocupa, los niños y jóvenes regiomontanos, a través del deporte en el río Santa Catarina.
No atreverse a volver a crear canchas deportivas en el lecho seco del río Santa Catarina, constituye una falta de sensibilidad sobre de la importancia que los espacios del río han tenido en el desarrollo integral de generaciones en una buena parte del siglo XX y lo que va del XXI.
La falta de las canchas ha tenido arrinconados, hacinados, “paralizados” a niños y jóvenes, terrenos arriba del río, residentes a lo largo de la Loma Larga donde ya no hay ni baldíos para usarlos a modo de canchas.
El panista Felipe de Jesús carga en su “pasivo” político el episodio de la concesión de los predios del Santa Catarina que limitó el uso libre y popular de las canchas, destrozadas luego por el huracán Alex. Previamente, el otro meteoro, “Gilberto”, había arrasado las canchas rústicas que dieron un valioso servicio social, espacios que los clubes de los barrios mantenían para el disfrute de niños y jóvenes.
Antes del azote del “Gilberto” que, por cierto, derribó el mito de que Nuevo León era inexpugnable ante cualquier huracán, varias generaciones disfrutaron (disfrutamos) las canchas durante décadas. Quienes en nuestra infancia llegamos por primera vez a jugar al río participamos en numerosos torneos y ligas deportivos durante 30 años, hasta el golpe del huracán “Gilberto”, tras lo cual con el esfuerzo de los gobiernos las canchas se rehabilitaron y seguimos gozando del afluente, seco en la mayor parte del tiempo, salvo su canal de estiaje, sector que nunca fue impedimento para el trazo de las canchas.
Las canchas rústicas: tierra, piedras y porterías con arcos de madera, no implican mayor obstáculo a las grandes avenidas de agua en tiempos de tormentas u otro eventual huracán.
Lo que sí se ha convertido en un valladar contra las avenidas de agua son los bosques que hay en el río, del puente Zaragoza hacia el oriente. Ese “pulmón” es un auténtico muro contra las corrientes de agua…
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