Editorial |
Once Varas | Por: Obed Campos
En un encuentro casual entre empresarios y vecinos con allegados al próximo alcalde de San Pedro, el aclamado Mauricio Fernández, uno de los temas que no podía faltar para discutir fue el del Plan de Desarrollo que el munícipe saliente, Miguel Treviño de Hoyos, anunció -a tan solo dos meses de dejar el cargo- que se echará a andar en el casco de esa municipalidad.
Entre los asistentes sobraron las críticas de que el todavía alcalde, ya no tan independiente, se tome atribuciones fuera de toda proporción y que, a la larga, afectarán a los habitantes de este sector sampetrino.
Y más que lo haga con el pie en el estribo, ya para irse…
Miguel planea, con autorización de su cabildo, compuesto por puros regidores y regidoras paleros y que siempre fue a su modo, autorizar el incremento de la densidad poblacional en el casco municipal, hasta por ocho veces en un sector que no cuenta con las dimensiones ni la infraestructura para ese crecimiento.
Los expertos y los mismos vecinos de San Pedro han expuesto su inconformidad y preocupación, reacciones que no son ajenas en quienes quizá ocuparán puestos clave en la administración de Mauricio Fernández.
Uno de ellos calificó a Treviño como un personaje siniestro y soberbio que no tiene el mayor reparo en pasar por encima de las instituciones.
Y recordaron al polémico secretario de Desarrollo Urbano de San Pedro, Javier Alberto de la Fuente García, quien no se escapó de las duras críticas en esa reunión.
Hubo quienes señalaron que De la Fuente García se cree, además de secretario, juez, magistrado, diputado y hasta ministro de la corte, pues junto con su jefe han demostrado que se sienten con la facultad de crear, aplicar e interpretar la ley, por supuesto, a modo.
Y las leyes formales pasárselas por el arco del triunfo.
Soberbia es la palabra y el sello de esta administración que por fortuna ya termina.
Las expresiones e imágenes vertidas en esta columna de opinión, son responsabilidad únicamente de su autor y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Portal de Monterrey