Adiós, Arqui. Benavides. Nos veremos luego
Editorial |
Once Varas | Por: Obed Campos
“Salúdeme, pero discretamente”, aquella frase clásica que describía al pie de la letra la corrupción de los agentes que dizque cuidaban el orden vial y que se resumía en que la víctima le pusiera al “mordelón” el billete de a veinte en medio del talón de las multas, “pero discretamente” se extinguió.
Para las nuevas generaciones, el epíteto “mordelón” les venía como anillo al dedo a los uniformados de tránsito de todo México, por aquello de “las mordidas”, un acto de corrupción simple, que, por cierto, lo bailaban o lo bailan dos, pero solamente uno lo paga…
Pues todo ha cambiado al menos en mi Monterrey querido.
Desde que tenemos a un irresponsable e imberbe niño, llamado Luis Donaldo Colosio Riojas, sentado en la silla de la presidencia municipal, por dejadez, la corrupción es la que manda en toda la administración y más en esa zona tan sensible que es la vialidad.
Con una pequeña variante:
Me cuentan que especialmente en la Carretera Nacional, en el tramo municipalizado de esa rúa, ya no son agentes varones de Vialidad y Tránsito los que se encargan de “levantar la pepena”, como se llama a la acción diaria de cosechar las infames ganancias de las mordidas.
El modus operandi lo ejecutan, como viles asaltantes “oficialas” de Tránsito, es decir, elementos femeninos de la corporación, con firmes modales y una voracidad que sería digna de copia por parte de los asaltantes.
En la Carretera Nacional, especialmente, la mayoría de las víctimas son también mujeres y así, “de mujer a mujer”, se vienen los arreglos por las infracciones cometidas, solamente que ya no se mueven en efectivo, sino por transferencias bancarias que no bajan de los 2 mil pesos.
¿A ver feministas, a estos bochornosos actos se les puede calificar también de sororidad? Solamente estoy preguntando.
Como también le pregunto a Alejandro Garza y Garza si no ha notado que los oficiales de la Policía de Monterrey y los de Tránsito, que también dependen de él, manejan puros carros de lujo… y del año. ¿Pues cuánto ganan los muchachos…? ¿Y las muchachas? Porque si el jefe de policía hace los números, nada más limpiamente no le van a cuadrar las cuentas.
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