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Perspectiva integral para una cultura de paz

Educación /

El impulso a la cultura de la denuncia de las diferentes violencias hacia las mujeres y la necesidad de que los hombres trabajen sobre una nueva masculinidad pueden ser algunas de las llaves de la puerta de salida de situaciones de riesgo, acoso y feminicidios, después de décadas de lucha por una equidad de género.

Los homicidios perpetrados con extrema violencia contra mujeres en los últimos años en el país originó la necesidad de una manifestación a través de un paro nacional este próximo 9 de marzo con la iniciativa Un día sin nosotras, a propuesta del colectivo feminista Brujas del Mar, de Veracruz, el estado con más feminicidios registrados en 2019.

En Nuevo León, el registro de feminicidios va al alza −con un ligero descenso en 2019 respecto al año anterior− desde 2015, cuando se registró uno solo, y 2016 con tres.

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Ya en 2017 la cifra despuntó con 43, 2018 con 79 y 2019 con 67, aunque este comparativo no implica que al principio el delito no existiera.

Estas estadísticas son presentadas por Cómo Vamos Nuevo León, basado en las cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en donde también se establece un leve descenso en el rubro de violencia familiar, que partió de 17 mil 062 en 2015 y 17 mil 773 en 2016, para disminuir a 17 mil 145 en 2017, después a 16 mil 410 en 2018 y, finalmente, a 16 mil 339 en 2019.

Las agresiones de tipo sexual a las mujeres, tan solo en 2019, se dividen en acoso sexual, que asienta 257 denuncias; hostigamiento sexual, 39; abuso sexual, con mil 171; y violación simple, con 771.

FOMENTANDO LA DENUNCIA

Myrna Elia García Barrera, profesora emérita de la Escuela de Derecho y Ciencias Sociales de la UDEM, señaló que actualmente 10 mujeres son privadas de su vida diariamente por cuestiones de género, según el Instituto Nacional de las Mujeres, en incidentes que demuestran que la violencia feminicida es una violencia extrema.

García Barrera estableció que los procesos jurídicos en el país por violencia contra la mujer están respaldados por convenios internacionales, como la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (Cedaw por sus siglas en inglés) de la ONU y de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer o Convención de Belém do Pará de la OEA.

La también directora de Equidad y Género y Protección a Grupos Vulnerables del Poder Judicial del Estado destacó que los tipos de violencia en contra de las mujeres se encuentran tipificadas en la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y la correspondiente ley estatal.

En la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia del Estado de Nuevo León (2007), en el artículo 6, se enumeran los diversos tipos de violencia contra las mujeres que es posible tipificar, como la psicológica, la física, la sexual, la patrimonial y la económica.

“Es menester decir que la Corte en los años 90 aún no estaba tipificando el delito de violación entre marido y mujer”, apuntó.

También existen la violencia patrimonial y la económica, “cuando se empeña o se vende algo, cuando te quitan o cuando te dejan de dar”; así como la violencia política, que son los obstáculos que se le ponen a una mujer para el pleno ejercicio de ser candidata de forma paritaria con los hombres.

Y hay dos delitos de nuevo cuño: una es la violencia obstétrica, por ejemplo, con el abuso de las cesáreas, que tienen a Nuevo León como líder en este tipo de intervenciones a nivel Latinoamérica, además de que posee el primer lugar mundial en embarazos adolescentes en 2019, lo que significa que hay que trabajar en la educación sexual, en opinión de García Barrera.

La otra es la violencia digital, que significa la falta de consentimiento a la divulgación de fotografías íntimas que se enviaron dos adultos y que, si bien es cierto que hay el consentimiento para tomarlas o mostrarlas, no es para su divulgación, explicó, “entonces, la persona que le puso enter tiene una responsabilidad penal”.

En el apartado VI del mismo artículo de la Ley estatal, se describe la violencia feminicida como “la forma extrema de violencia de género contra las mujeres, producto de la violación de sus derechos humanos, en los ámbitos público y privado, conformada por el conjunto de conductas misóginas que pueden culminar en homicidio y otras formas de muerte violenta de mujeres”.

La abogada indicó que el aumento de la incidencia de feminicidios en México se debe a varias razones, entre ellas, la disposición legal de que toda privación de la vida de una mujer se tiene que integrar como carpeta de investigación de feminicidio, aunque después se descarte o reclasifique.

Lo anterior se debe a una sentencia de la Suprema Corte de Justicia mexicana sobre el caso de Mariana Lima Buendía, una pasante de Derecho del Estado de México, el primer pronunciamiento relacionado con el fenómeno del feminicidio, en marzo de 2015.

“(Mariana) fue privada de la vida por su esposo, un ministerial, que modificó toda la escena del crimen para poder acreditar que se había suicidado y lo logró: argumentó que se había suicidado con una armellita y un cordón de cortina que no aguantaban su peso, pero el Observatorio Ciudadano Nacional de Feminicidio litigó y la Corte atrajo el amparo”, relató.

Otro antecedente jurídico destacable es el del caso de la muerte de tres jóvenes halladas en 2001 en un campo algodonero en Ciudad Juárez, Chihuahua; incluso, en 2009, el país fue alertado por la Corte Interamericana de los Derechos Humanos por la falta de prevención y de debida diligencia en esa investigación.

“La sentencia del campo algodonero, en Ciudad Juárez, es una sentencia emblemática, no solo para México, porque incorpora esta metodología de perspectiva de género, que significa identificar las asimetrías de poder que existen en un sistema de derecho patriarcal”, estableció.

Según comentó García Barrera, estos factores se suman a que, al menos en Nuevo León, la Fiscalía General del Estado facilita el proceso por su sistema de denuncias en línea: “esto incrementa las denuncias, pero uno de los grandes objetivos es fomentar la denuncia para ir erradicando la impunidad en México”.

ROLES DE GÉNERO

De acuerdo con estadísticas del INEGI, el 80 % de las víctimas de violencia familiar son mujeres, porque, según Sanjuana Gómez Mendoza, profesora de la Escuela de Psicología de la UDEM, “los estereotipos de género se vienen arrastrando desde mucho tiempo atrás”.

A pesar de esta inercia, desde la mitad del siglo XX hasta la actualidad, los roles de género se han flexibilizado de forma que se pueden tener comportamientos prosociales, de colaboración, afectuosos o de cuidado, independientemente de si es un hombre o una mujer… pero no en todos los casos.

“Por alguna circunstancia en la que todavía no logramos avanzar, muchos hombres siguen considerando que es el ejercicio del poder o el dominio de la situación lo que rápidamente les va a ayudar a resolver las cosas”, explicó.

Esa estructura de pensamiento se lleva al hogar, pero cuando una mujer empieza a considerar que ella puede también participar o colaborar y este hombre no ha logrado aprender nuevas formas de relación, entonces, no se presta a negociar y considera que él tiene que imponer su autoridad a través de la violencia verbal, psicológica o física.

La psicóloga señaló que las mujeres han aprendido que pueden ser autosuficientes, ejercer sus derechos y tomar decisiones, pero, de pronto, “incrustar esta forma de pensar femenina con la forma de pensar masculina que no ha logrado avanzar a la misma velocidad genera una lucha de poder”.

Después, continuó la profesora, esa dinámica que se vivió hacia adentro de la familia permea a otros comportamientos de violencia hacia la mujer fuera de casa, en la calle o en el espacio laboral.

Y, contrariamente a la divergencia del pensamiento de mujeres en emancipación frente al de hombres hegemónicos, también hay conductas femeninas que parecen estar atrapadas en el pantano del modelo patriarcal.

“Algunas mujeres llegan a normalizar la violencia y encontramos que, aunque tengan la posibilidad de separarse de esa pareja, no lo hacen”, apuntó.

Gómez Mendoza destacó que algunos comportamientos agresivos pueden ser tan sutiles que las mujeres no se dan cuenta, pero el antecedente es que la relación era así desde el principio, aumenta poco a poco y muchos casos de violencia culminan en homicidio.

“Llega un momento en que la mujer llega a perder un total sentido de su valor como persona, llega a sentirse como un objeto que es utilizado; y un objeto no decide o no opina; entonces, llegan a convencerse de que es lo que les tocó o que talvez ellas tienen algo de responsabilidad, e incluso, justifican la conducta violenta de la pareja, o llegan a convencerse de que ellas solas no pueden valerse por sí mismas, incluso si ganan más que él”, expuso.

El resultado es que las estadísticas dicen que seis de cada 10 mujeres sufren o han sufrido situaciones de violencia, indicó Gómez Mendoza, por eso se hace necesario “nuevas formas de aprender a interactuar entre hombres y mujeres con conductas más de colaboración, de negociación, de ser claros en lo que queremos, de respeto al otro”.

“Las mujeres hemos estado buscando empoderar a las mujeres, pero ahora falta que los hombres colaboren en ayudarles a los demás hombres a desarrollar ese sentido de las nuevas masculinidades que se logren relaciones responsables, respetuosas, equitativas y que generen una mayor armonía entre las personas”, sentenció. 

LAS NUEVAS MASCULINIDADES

Armando Ávila Medina maneja grupos de terapia para hombres sobre Nuevas Masculinidades en el Centro de Salud y Desarrollo (CESADE) de la UDEM, que dirige, en donde los asistentes deben empezar por establecer un proceso de autoconocimiento sobre cómo es su relación con otras personas, tanto hombres como mujeres, y que reconozcan que están viviendo una situación de violencia. 

El especialista mencionó que, cuando se habla de violencia, vienen a la mente situaciones como insultos o golpes, que pueden registrarse como evidencia o que puedan ser escuchados por otras personas; sin embargo, hay comportamientos que no parecen violentos u ofensivos, pero que devalúan a la otra persona.

Ávila Medina mencionó que el trabajo con las masculinidades empezó a principios de los años 80 del siglo pasado, en busca de una opción diferente a una masculinidad hegemónica, cargada de poder y control.

“También hay otra masculinidad en la que puedes darte la oportunidad de responder, de sentir, de hablar, de solucionar los conflictos de una manera diferente a la violenta; es una masculinidad en la que puedes establecer un no ceder, pero también un no responder: hay diferentes maneras de ser hombre”, planteó.  

Uno de los obstáculos en este deslizamiento hacia una nueva masculinidad es la presión social: los parámetros que otras personas pueden exigirle a un hombre, de acuerdo con una expectativa sobre su estereotipo de género.

“En este proceso, tenemos que ser conscientes de que nos vamos a topar con el coro masculino que tenemos afuera, que nos va a cuestionar y a criticar ese actuar diferente, que vamos a tener una sociedad que nos va a cuestionar por qué estás haciéndote cargo de los hijos, por qué andas haciendo el súper, por qué lavas la ropa de la familia”, ejemplificó.  

Al cambiar su manera de ser y “perder” sus “privilegios” de control y de represión, en opinión de Ávila Medina, el hombre gana en tranquilidad, a fin de cuentas, porque no se coloca en situaciones de riesgo; gana un espacio de compañía y de disfrute, porque en el esquema actual, no establece una vinculación emocional ni con la pareja ni con los hijos; y gana en evitar el cansancio personal, porque también el ejercer la idea masculina hegemónica “agota, cansa, frustra”.

“El ganar va mucho en ese sentido de tener relaciones más sanas, mucho más colaborativa y más asertiva, y estamos hablando de una felicidad mucho más permanente, no fluctuante”, definió.

Incluso, el psicólogo advirtió que disminuirían las disoluciones de parejas, porque entrarían en un proceso de diálogo, de compromisos mutuos, de respuestas y acciones compartidas, que a la larga se vería reflejada en familias estables.  

Ávila Medina advirtió que la sociedad está en un momento importante para trabajar sobre lo que los hombres quieren lograr y desechar el sistema hegemónico de la masculinidad, de autoridad y de poder, porque eso no está funcionando.

“A partir de este cambio, podemos disminuir las violencias que se ejercen sobre las mujeres y, sobre todo, atacar los feminicidios que se están presentando; si queremos disminuir las violencias, necesitamos trabajar los hombres en nosotros mismos”, aseveró.

“Tenemos que empezar a plantearnos una transformación del hombre que queremos ser; dejar de ser ‘machos’ y convertirnos en hombres colaborativos, asertivos, afectivos, con nuestras familias, parejas e hijos”, propuso.  

Quienes deseen trabajar sobre sus esquemas de masculinidad, pueden dirigirse al Centro de Salud y Desarrollo San Pedro de la UDEM, en el teléfono 8338-1183 o buscar en la página de Facebook CESADEUDEM y preguntar por el Grupo de Reflexión para Hombres, que se reúne generalmente los miércoles de 19:00 a 20:30 horas.

Redacción / El Portal de Monterrey

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