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“El auge de los muralistas como intocables es más retórica que realidad”, afirmó la historiadora Natalia de la Rosa, en la Universidad de Monterrey.
“Aunque la historia diga que los muralistas acaparaban todos los espacios oficiales en los años 60 y 70, en realidad, habían sido desplazados”, sostuvo.
Para la curadora de arte, el mural La marcha de la humanidad –realizado por David Alfaro Siqueiros entre los años 1965 y 1971– es una muestra de la condición de resistencia del muralismo, tanto por el significado de la obra como por el momento en que se creó, cuando este tipo de expresión monumental “había sido desplazado sobre todo por los arquitectos, como (Pedro) Ramírez Vázquez, que eran los artistas del régimen, o Mario Pani, o por el arte abstracto”.
La ponente mencionó que, en una etapa avanzada de su carrera, Siqueiros tiene esta “salida” para ejercer el oficio con capital privado, como Diego Rivera, que también muere sin encargos oficiales públicos, sino apoyado por el capital privado, en este caso por Lola Olmedo.
De la Rosa impartió la conferencia La Tallera: pedagogía experimental, producción colectiva industrial y la resistencia del muralismo (1960-19749), la noche del jueves, en el Ágora Oriente del Centro Roberto Garza Sada de Arte, Arquitectura y Diseño de la UDEM, en el marco de la exposición David Alfaro Siqueiros, La marcha de la humanidad, última etapa de producción 1965-1971.
Para la excuradora del Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México (2014-2016), la apertura de La Tallera –el espacio de trabajo en el que Siqueiros realizó La marcha de la humanidad– representó una experiencia compleja, que permitía una amplia experimentación, “bastante radical”, pero a la par en condiciones de trabajo bastante controladas.
“Cuando hablamos de las conexiones entre el arte y el neoliberalismo, Siqueiros, sin quererlo, representó esa condición casi esclavista del artista mexicano, porque la corporación le va a pedir fechas de entrega específicas para que él pueda realizar este proyecto”, relató.
Este taller de trabajo le permitió a Siqueiros la experimentación que había tenido en otras épocas, al trabajar con grupos interdisciplinarios, formado de nueva cuenta por cineastas, químicos o matemáticos, y artistas de distintas nacionalidades.
“Ya no es nada más la lógica del fordismo, sino que podemos decir que es posfordista, casi una maquila de producción artística”, expuso.
El proyecto fue apoyado por el empresario Manuel Suárez y Suárez, quien le propuso decorar los muros de la denominada “Capilla Siqueiros”, la cual se contemplaba instalar en el centro de convenciones del Hotel Casino de la Selva, en Cuernavaca, Morelos.
“Lo que es impresionante es que todo eso se realiza en este lugar que se llamó La Tallera, que, para la magnitud de esta locura de mural, Suárez le dispuso a Siqueiros un taller en Cuernavaca que pudiera generar una producción colectiva, que yo llamo industrial, que ya había formado parte de su metodología desde los años 30, pero que ahora tiene que ser también a gran escala”, indicó.
Para la historia de la relación entre las artes y el neoliberalismo, enfatizó De la Rosa, el Polyforum Siqueiros tiene que ser un punto destacado, porque fue “la primera vez en donde se une un artista con una corporación y con un monopolio”.
“Lo que buscaba el Polyforum era hacer una microciudad para el turismo, en la que tú como empresario ya no tuvieras que ir a la ciudad, sino que tuvieras un reflejo artificial de lo que se podía entender como México: hay un boceto que hace Siqueiros en los años 50 con un helipuerto, pensando en que el viajero ni siquiera llegara al aeropuerto, sino directamente (al espacio cultural), que hiciera sus negocios, podía ver un poquito de arte y de artesanías, y se iba a ir (…); entonces: control corporativo de la experiencia a partir del turismo”, expresó.
En opinión de De la Rosa, La marcha de la humanidad se desata como concepto de producción colectiva, con un espectador colectivo, pero no de cualquier espectador, sino de aquel que el artista puede controlar por medio de una marcha pictórica para que esté preparado para una resistencia o acción revolucionaria.
“No por nada se llama La marcha de la humanidad: Siqueiros era un militar y sabía muy bien sobre el ordenamiento y el control del cuerpo, (…) y los militares son entes colectivos organizados que van a ejercer una acción común, en este caso defensa o exterminio; Siqueiros siempre va a hacer un símil en su teoría estética entre la pintura y el arma, entre el artista y el guerrillero”, estableció.
La exposición es un esfuerzo conjunto entre la Escuela de Arte y Diseño de la Vicerrectoría de Arte, Arquitectura y Diseño de la UDEM, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura y el Proyecto Siqueiros, coordinado por la Escuela Taller Siqueiros en Cuernavaca, Morelos (hoy conocida como La Tallera), y la Sala de Arte Público en la Ciudad de México.
En total, suman 22 obras elaboradas en el taller de Cuernavaca de Siqueiros, que incluyen 11 paneles a escala del exterior de la maqueta del mural, que es obra de caballete realizada con piroxilina sobre novopan; una maqueta en madera que reproduce el exterior del Polyforum, en acrílico sobre madera; además de dibujos, fotografías –algunas con intervenciones del artista− y un video de 13:29 minutos, que documenta la producción del mural, dirigido por Guillermo Zamora y producido por Manuel Suárez, en 1968.
La muestra se exhibe en las Galerías 1 y 2 del Centro Roberto Garza Sada, en donde permanecerá hasta el 2 de mayo del próximo año, y está abierta al público en general, en un horario de 9:00 a 20:00 horas.
Redacción / El Portal de Monterrey