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Viacrucis: representación y expresión de la cultura popular

Educación |

Es tradición que muchas parroquias, comunidades enteras o municipios monten en las plazas u otros espacios públicos su propia versión de viacrucis durante Semana Santa. 

La representación de la condena, el paso por el Calvario y la crucifixión de Jesús incorpora y mantiene vivas algunas de las cualidades esenciales y el arraigo social con las que nació el género teatral, al menos en Occidente. 

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Aunque los objetivos, las convenciones y el proceso de preparación de montaje son diferentes en el teatro convencional y en la representación sacra, ambas tienen en su origen el culto religioso, una exaltación de los recursos dramáticos y la búsqueda de una identificación entre lo representado y la persona espectadora o feligrés. 

Además, en la representación del viacrucis se ha preservado una característica que lo convierte en una manifestación de la cultura popular: la apropiación de la escenificación por parte de la comunidad, adaptando en mayor o menor medida el cánon a la cultura regional. 

Un grupo de especialistas de diferentes disciplinas de la Universidad de Monterrey reflexiona sobre esta tradición que despierta la inquietud y el interés de creyentes y de no creyentes.

Los pasos del viacrucis 

Para la hermana Araceli Padilla Alatorre, de la congregación de las Hijas de María Inmaculada de Guadalupe, la anécdota de un viacrucis está fundamentada en los procedimientos jurídicos contra los criminales que había en la época de Jesús: la forma en que las personas eran juzgadas y cómo morían. 

La tradición del viacrucis surgió desde el siglo IV, en la época del emperador Constantino I, cuando se marcaron 14 estaciones, aunque después el papa Juan Pablo II agregó la 15.a, en 1991, porque el recorrido cortaba con la muerte de Jesús, pero faltaba la Resurrección, un paso clave para el cristianismo, de acuerdo con la hermana Padilla Alatorre. 

“En una época, en la Iglesia subrayábamos mucho más la muerte o la cruz, pero no tendría sentido, dice el papa Juan Pablo II, que Cristo no hubiera resucitado: en vano hubiera sido nuestra fe; entonces, si dejamos solamente hasta que Jesús muere y está sepultado, pues no habría más”, especificó Padilla Alatorre. 

La colaboradora del Departamento de Espiritualidad Universitaria para el Servicio (DEUS) de la UDEM señaló que la tradición del viacrucis inició como la veneración de lugares santos: “los primeros cristianos ya tenían esa experiencia y avivaban su fe en estos lugares con devoción”. 

En este recorrido por las 15 estaciones, cuando el viacrucis no se puede hacer “viviente”, según la religiosa, se puede realizar a través de una procesión por las pinturas de las estaciones que existen en las parroquias. 

Padilla Alatorre relató que las y los creyentes pueden hacer un acto de contrición y una reflexión sobre la Pasión de Cristo en cada una de las estaciones, mientras que en el camino entre una estación y otra pueden cantar, rezar o ir en silencio, para luego concluir con la esperanza de la Resurrección.

La apropiación popular 

Un viacrucis puede ser una herramienta de evangelización, confirmó Padilla Alatorre, por eso sus representaciones se han ido adaptando a cada cultura. 

“Podríamos decir que sí puede servirnos como un medio de evangelización, porque da a conocer la vida de Cristo, da a conocer su mensaje, su entrega de amor, y pudiéramos darle un valor evangelizador, pero siempre y cuando trascendamos a la Resurrección”, estableció. 

“(En la época actual), en cada lugar integrarán al viacrucis los elementos que tengan a la mano; en cada lugar va a tomar sus propias formas y sus colores, pero siempre se conserva en esencia el mensaje de la cruz”, señaló. 

Es así que, a veces, quienes participan en un viacrucis visten con indumentaria de su propia cultura, cuando la ropa no es de la época que representan, hizo notar la religiosa, o a veces se visten con túnicas, pero generalmente quienes representan llevan los mismos colores o las mismas telas. 

Padilla Alatorre indicó que le ha tocado contemplar en ciudades como Puebla viacrucis en los que la comunidad adorna las cruces con ornamentos bordados, además de utilizar cantos de esa localidad; pero no en todos los lugares se reproduce este rito de la Pasión, por ejemplo, en la cultura indígena rarámuri, donde no lo vio. 

En opinión de Marissa Rodríguez Sánchez, profesora de la Facultad de Educación y Humanidades de la UDEM, el catolicismo ha permitido siempre este diálogo y esta relación con lo otro, con la cultura existente previamente, por eso, “la gente ha encontrado un espacio de consuelo y un espacio cómodo también para poder seguir manifestándose comunitaria e individualmente: el catolicismo, como sistema cultural de creencias, lo permite, a diferencia de otros sistemas”. 

La especialista en antropología destacó que, en la representación del viacrucis, hay una experiencia variada de sensaciones, debido a los símbolos que tienen un significado en la religión, pero que son reinterpretados por la comunidad que los consume, los recrea y los va transformando. 

“Como barrio o como comunidad, esa religiosidad se vive de manera muy íntima, se va relacionando con otros elementos que no son religiosos, pero que se convierten en religiosos: esa es la posibilidad que permite el catolicismo”, explicó. 

Para la investigadora, la forma en que se vive la religión en México, como en otros países de América Latina, no solo forma parte de un cúmulo de creencias, sino de un cúmulo de experiencias, especialmente las sensoriales, como la de los olores del incienso, los ramos y las hierbas. 

“Son símbolos que son compartidos de una manera más amplia: cuando destacamos esta naturaleza sensorial, es más factible entender cómo nosotros lo vamos asociando a nuestras propias experiencias personales; entonces, la religión se va anclando en nuestra formación personal y se vuelve parte de un cúmulo de creencias que dan sentido a nuestra forma de ver el mundo y que nos unen a otros sujetos”, explicó. 

Orígenes del Viacrucis, orígenes del teatro

Desde la perspectiva escénica, José Gerardo Villarreal González, profesor titular de la Academia de Humanidades de la UDEM, destacó que el viacrucis es una tradición teatral que aparece paralelamente a los misterios medievales en Francia, Inglaterra y España, que se hacían llamar moralidades, como los autos sacramentales, y se realizaban primero dentro de las iglesias y después en la vía pública, para que la gente los pudiera apreciar. 

El profesor de la UDEM reconoció que puede haber coincidencias entre los orígenes del viacrucis y el del teatro occidental de la antigua Grecia de hace más de dos mil años, como representaciones de culto, expresadas a través de la danza, el canto y los rituales sagrados. 

Ambas manifestaciones tienen ciertas similitudes debido a sus orígenes religiosos, señaló Villarreal González, incluso, actualmente, los une el hecho de que el público participe o asista a una representación, en un lugar público, al aire libre, independientemente de si es creyente o no, porque tiene una dimensión cultural.  

“En el viacrucis es relevante, para que esta tradición se conserve viva, que la comunidad integre el espectáculo: es la gente comprometiéndose con un hecho cultural; por ejemplo, en la Prepa UDEM, hay chicos y chicas que están superinteresados en participar”, estableció. 

Además de la propia participación de la comunidad, un viacrucis se vincula con el teatro por los componentes hallados por el propio Aristóteles en las representaciones de hace 25 siglos: el ethos (la conducta), el pathos (la pasión) y la identificación con el espectador, lograda a través de la catarsis. 

“Se pretende eso, que tenga esta empatía para que, a través de esta expiación o de esta catarsis, viva el mensaje del Evangelio en este caso, que es lo que se está representando; claro que el espectador se va a identificar con lo que está viendo en cierta medida o va a haber algo que lo va a mover, dependiendo de la cultura: eso es innegable”, subrayó. 

Pero también ambas manifestaciones tienen sus grandes diferencias, aclaró Villarreal González: en sus orígenes, el teatro griego no solo implicaba cantos y rituales, sino fiestas, las grandes dionisíacas, mientras que el viacrucis convoca más a la reflexión, además de que las convenciones de escenificación de ambas manifestaciones son diferentes. 

En opinión del profesor universitario, la tradición del viacrucis se sostiene por sí misma, más allá de las creencias de los miembros de una comunidad: “mucha gente no practica la fe católica, pero ya el viacrucis se convierte en una tradición teatral; la gente lo va a ver”. 

Fe religiosa, Fe Escénica 

Como lo dijo Villarreal González, existe una diferencia evidente entre las técnicas actorales, como la vivencial, basada en un sentido de la verdad sobre el escenario por parte de las y los actores, y la representación de un hecho sagrado, basada en la fe religiosa, pero también es posible encontrar coincidencias. 

“Pudiera ser que muchas de esas personas que van a interpretar personajes en el viacrucis, convencidos de lo que van a hacer, recurran a sus emociones, a sus propias sensaciones, para poder interpretar, además de una fe religiosa hacia un Dios en el que ellos creen”, indicó. 

Agregó que la actuación es un acto de fe y también un acto de creer en sí mismo y de creer en lo que se está interpretando y, sobre todo, de construir. 

“Tal vez no son actores profesionales (las y los participantes de los viacrucis), pero esa misma devoción, esa fe y ese sentido de la verdad ahí están también en cierta medida (…) la fe religiosa para interpretar un papel y hacerlo con devoción”, expuso. 

Viacrucis en la UDEM 

La labor de Villarreal González en el montaje de un viacrucis con jóvenes de entre 15 y 18 años en la Prepa UDEM, como director escénico, definitivamente está orientada a una intención devocional, a través de un mensaje evangelizador para adolescentes. 

“Las experiencias que he tenido son, pues, un acto de fe en cada montaje del viacrucis, porque no sabes cómo lo va a recibir el adolescente, y mi trabajo como director del viacrucis, aquí en la Prepa UDEM, es un trabajo de renovación y de refrescar un poquito las cuestiones del Evangelio para traerlas al contexto de los jóvenes”, explicó.

De hecho, reconoció que el trabajar con adolescentes para representar un viacrucis como hecho teatral siempre lo mueve de su zona de confort, porque las y los jóvenes tienen “otra visión de las cosas: de pronto, no tienen ideas anquilosadas, aún cuando sean jóvenes muy devotos”. 

“En mi postura de director, es proponerles qué convenciones, qué elementos, qué voy a utilizar innovador para ellos ahora que les mueva a seguir, que siga prevaleciendo la tradición del viacrucis, pero de una manera renovada y, pues, me saca de mi zona de confort”, apuntó. 

Redacción | El Portal de Monterrey

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