Editorial |
Once Varas | Por: Obed Campos
“Vivimos en una cultura de transparencia destructiva”
Tina Marrón.
A raíz del bochornoso incidente del cual fui víctima el lunes 25 pasado, cuando recibí una intimidante llamada con fines de extorsión en mi celular personal, cundió la preocupación en mi círculo cercano y mi compadre Paco Tijerina, que para eso no está manco, se puso a averiguar y sin llegar a la llamada “red profunda” hizo un escalofriante descubrimiento.
La frase “con las “naguas” en la cabeza” se usa mucho en las rancherías de donde soy originario y significa “echarse las falas a la cabeza” para no ver lo que está pasando, pero quedar con los calzones al aire… y a la vista.
Y eso es precisamente lo que las leyes de transparencia nos causan a los mexicanos: Paco descubrió que no hubo “fuga de información”, como habíamos sospechado, y que nadie le vendió a la delincuencia organizada las bases de datos de los proveedores, porque estas listas están al alcance de todos y de unos cuantos clicks en la Internet.
Son datos “gratuitos” y oro molido para estos terroristas.
Hemos sido muy descuidados en México a la hora de manejar la información, la cual no sabemos proteger debidamente.
Pero nuestros gobernantes pierden su tiempo en estériles guerras de poder y ni los diputados ni los poderes ejecutivos o judiciales abren los ojos y hacen algo, no por volver a la oscuridad anterior, sino por poner candados a la Ley de Transparencia y Acceso a la Información que protejan ahora sí que verdaderamente la identidad de la ciudadanía inocente.
“Imagine el tamaño del alarido que pegarían los consejeros de Transparencia o los funcionarios de Derechos Humanos, sin olvidar a nuestros legisladores, si de la noche a la mañana aparecen en Internet, así nada más porque sí, sus nombres, teléfonos, direcciones, ingresos, números de cuenta bancarios y hasta sus posesiones” escribe mi compadre Tijerina.
Y es más que claro: “Estoy seguro que más rápido que inmediatamente pondrían candados y obligarían a todas las entidades gubernamentales a por lo menos “cubrir” o “tapar” o “tachar” toda la información sensible y únicamente darla a conocer en casos específicos, como por ejemplo, cuando exista un interés fundado de quien lo solicita o bien una orden de un juez”.
Pero mientras tanto, los mexicanos, periodistas y no, seguiremos con las “naguas” en la cabeza… y los traseros al aire.
Posdata: Nobleza obliga y por este medio agradezco al personal de la Fiscalía de Justicia que me orientó y atendió al poner la denuncia formal de los hechos de los que ya les he platicado.
El diablo no descansa mis amigos.
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