Educación |
En la época prehispánica, en la sociedad mexica, “el sacrificio humano, en realidad, es un ritual de vida, no es un ritual de muerte”, afirmó la arqueóloga Lorena Vázquez Vallín.
La jefa de Campo del sitio arqueológico del Templo Mayor señaló que el rito de recreación del mito de Huitzilopochtli explica lo que a los españoles del siglo XVI les pareció “una cosa terrible” y, por eso, intentaron destruir sin éxito el recinto sagrado tzompantli, unas plataformas en cuyos muros se exhiben cráneos de los individuos que han sido sacrificados a esa deidad.
La investigadora del Programa de Arqueología Urbana del Instituto de Antropología e Historia (INAH) ofreció la conferencia Tenochtitlan: el renacimiento de una ciudad sagrada, esta mañana, en el Aula Crítica del Centro Roberto Garza Sada de Arte, Arquitectura y Diseño de la Universidad de Monterrey.
Vázquez Vallín destacó que la práctica de exhibir cabezas humanas es común en varias culturas de Mesoamérica, pero no es exclusivo de esa región, incluso, existe en muchos lugares del mundo, lo que varía es la forma como se hace.
“Un español de 1519 ve eso y le parece una cosa tremenda, aunque seguramente habrían visto otros horrores en la guerra, pero a ellos les parece una cosa terrible; entonces, cuando llegan, destruyen y arrasan”, relató.
La arqueóloga comentó que el mito de Huitzilopochtli, según los mexicas, narra que la madre del dios ‒aún embarazada‒ fue perseguida por sus hermanos para inmolarla, al tomar con escepticismo la forma en que lo concibió a él, hasta que, en la cima de una montaña, da a luz a su hijo y este, en defensa de ambos, se arma y extermina a sus hermanos, a quienes les extrae el corazón para comérselo.
“Este mito, que es la verdad absoluta de la vida para ellos, es lo que va a explicar por qué los mexicas hacían sacrificios humanos”, subrayó.
Agregó que este mito, “sobre todo, nos dice que nosotros, que somos el pueblo de Huitzilopochtli, tenemos que alimentar al sol, porque nosotros somos sus hijos”: lo que los mexicas pensaban es que si el sol ‒que es Huitzilopochtli‒ moría, todos morirían; y solo a través de la guerra podían tener corazones para alimentar a este astro.
Vázquez Vallín indicó que, durante mucho tiempo, la arqueología veía con escepticismo la existencia de un tzompantli en lo que hoy es la Ciudad de México, ya que dudaban que fueran cráneos humanos reales; pero en 2015, cuando se encontró esta evidencia, fue contundente.
El hallazgo del edificio Huei Tzompantli, donde se honraba a Huitzilopochtli, se hizo desde 2015, sobre la actual calle de Guatemala, detrás de la Catedral Metropolitana en la Ciudad de México, luego de que los propietarios del predio deseaban recimentar su casa.
De los cráneos hallados en la construcción, el 60 % son individuos masculinos y jóvenes, el 38 % son mujeres y el 2 % son niños.
“Esa proporcionalidad no está tan dispareja: se creía, según las fuentes históricas, que lo que se sacrificaba a Huitzilopochtli eran guerreros, pero tal vez lo que nosotros entendemos como un guerrero no es lo mismo que los mexicas entendían”, expuso.
Vázquez Vallín mencionó que las mujeres tenían un papel importante en la guerra, aunque tal vez no estaban ordenadas como guerreras águila o guerreras jaguar, pero cuando el ejército enemigo entraba a la ciudad, las mujeres se quedaban hasta el último en la ciudad para defenderla.
“Tal vez, los mexicas pensaban que una mujer que defiende a su ciudad y a su comunidad es una guerrera: aquí falta mucho por investigar”, reconoció.
Redacción | El Portal de Monterrey