Por: Silvia Lidia González / Buenas Noticias
En la primavera de 1947,
Hiroshima estaba en la miseria.
Desde el borde del infierno, el alcalde Shinzo Hamai veía en cada piedra de su ciudad
los restos chamuscados de la guerra, una ciudad bombardeada y sin esperanza…
La única manera de ver a Hiroshima de otra forma era soñar.
Por eso creó “El Club de los soñadores”,
en el que un puñado de idealistas, en medio del caos, de su ciudad rota,
se atrevió a soñar con un futuro mejor.
¿Por qué los japoneses son tan especiales? La pregunta corre por el mundo en variadas formas y lenguas, desde el 11 de marzo de 2011, en busca de las diferencias que marcan a las sociedades modernas, inertes, imperfectas y caóticas frente a ésta, la nación de la eterna templanza y fortaleza.
El sismo de 9 grados y sus consecuencias en la forma de un devastador tsunami y una crisis en la producción de energía en plantas nucleares, que se desataron a partir de esa fecha en Japón, constituyen una de las peores catástrofes en la historia de la humanidad. Y, sin embargo, los japoneses sollozan en silencio, caminan con el rostro hacia arriba –siguiendo la letra de una canción popular – luchan y se levantan.
Los autores de este trabajo son estudiantes que aportan, desde su propia esencia japonesa, una modesta muestra de historias en las que se pueden apreciar algunos de los valores que han identificado a esta sociedad.
Aún sin llegar a indagar en lo profundo del espíritu japonés, estos textos son una sencilla respuesta al mundo, que intenta descubrir tras el rostro del Japón financiero, tecnológico y moderno, un aspecto diferente, el inmenso capital humano: la otra bolsa de valores.
¿POR QUÉ Y PARA QUÉ?
Este trabajo responde a las inquietudes de amigos, lectores, personas que, desde el mundo hispano, han seguido muy cercanamente las noticias sobre Japón a partir de los trágicos acontecimientos de marzo de 2011. Lo sucedido en el país del sol naciente ha despertado una mezcla de admiración, desasosiego y asombro.
Los japoneses también están consternados, pero de alguna manera entienden que lo sucedido es asunto de la Naturaleza, es decir, de los propios dioses de sus creencias sintoístas.
Hemos visto artículos sobre la reconstrucción de las carreteras, la paciencia las algunas víctimas, el orden en los refugios, el civismo de los ciudadanos que esperan una ayuda, el heroísmo de los trabajadores que intentan controlar las fugas radiactivas de Fukushima. Al mundo le sorprende el comportamiento de los nipones. Muchos confían en que Japón se va a recuperar de estos acontecimientos, gracias a su propia esencia.
¿Cuáles son esos valores de la sociedad japonesa que tanto interesan y sorprenden a los medios de todo el mundo?
Una somera búsqueda de artículos sobre el tema nos despliega un universo de conceptos como respuesta: superación, compromiso, responsabilidad, solidaridad, respeto, responsabilidad, puntualidad, equilibrio, honor, prevención, cooperación, civismo, templanza, cortesía, entereza…
Las palabras se repiten desde el estricto código del bushido que inspiraba a los samuráis, hasta los tratados modernos de gerencia en grandes corporativos. En las escuelas, en los barrios, en los juegos, en la vida japonesa se sigue modelando esta amalgama de valores.
VALORES DE AHORA…Y DE SIEMPRE
A mediados del siglo XX, este pequeño país llamó la atención del mundo al posicionarse como una potencia económica, a solo unas décadas de haber sufrido una devastadora derrota en la Segunda Guerra Mundial.
A partir de esa época abundan los compendios que intentan explicar ese “milagro económico” a partir de particularidades de la sociedad japonesa. Desde la posguerra hasta nuestros días se debaten las tendencias que explican la singularidad de esta población a partir de las “teorías de lo japonés” (Nihonjin ron) y, por otra parte, una nueva visión del Japón que, más allá de las ineludibles peculiaridades, tiende o necesita ahora -en pleno declive demográfico- de la comprensión y apropiación de la otredad, del multiculturalismo.
La formación de la identidad japonesa es un proceso complejo. Muchos valores que hoy rigen en esta sociedad pueden estar relacionados con el mundo moderno, el medio comercial y tecnológico que se ha impuesto en estos tiempos, sin embargo, es insoslayable la herencia de las más antiguas tradiciones.
En la exploración de los valores que han moldeado el arte, la cultura y la vida japonesa, armonizan elementos como la nada (mu), y el vacío (ku) para describir la relación de los hombres con la naturaleza. Unidad, totalidad, empatía, benevolencia, compasión, misterio, simplicidad, austeridad son valores, e incluso ideales estéticos de larga tradición. A ellos se suma el mujō que –según el popular escritor Haruki Murakami- puede revelar cierto sentido de la resignación ante las adversidades.
¿Cómo, entonces, una sociedad se resigna y al mismo tiempo lucha por resurgir? Allí, el debate más complejo que la antropóloga Ruth Benedict representó en su obra clásica El crisantemo y la espada. Los japoneses son una sociedad apacible y delicada pero al mismo tiempo soberbia y guerrera; humilde, pero orgullosa; simple, pero laboriosa; pequeña, pero de retos gigantescos.
Hay contrastes y constantes. En el carácter nipón existen además términos de profundo arraigo que, probablemente, no tienen un equivalente certero en otras lenguas.
En los valores que aquí referimos hay inspiración del pensamiento del eminente filósofo Tetsuro Watsuji, cuando se refirió al tema de la espacialidad, proponiendo el concepto: aidagara, que describe el espacio existente entre hombre y hombre, y entre hombre y ambiente, y ve la existencia humana en relación con un sinnúmero de influencias sociales, culturales y naturales.
Guiados por el consejo de Katsushi Hikasa, profesor de Filosofía en la Universidad de Estudios internacionales de Kanda, y en la Universidad Sophia, encontramos en el pensamiento de Watsuji otro concepto clave que predomina en la realidad de nuestros días: tasukeai. Este vocablo encierra la noción de ayuda mutua que incluso inspira el lema de un sitio web de la Oficina de Coordinación de Voluntarios del Secretario del Gabinete japonés: “un grano de arena llega a ser una montaña”.
Esta indagación en los valores nos conduce también a la importancia de la palabra kizuna, que se refiere a solidaridad o vínculo, y que ha sido adoptada en estos días por la UNESCO para promover una campaña mundial de apoyo a los afectados por la tragedia japonesa, a través de cartas y creaciones artísticas.
Igualmente entran en este esquema términos vigentes como fukku y fukkiu que se refieren a la restauración, recuperación o reanudación de servicios después de un desastre, aunque se debaten entre volver todo al estado original o apostar a una renovación general.
Información completa en el blog: comunickanda.wordpress.com, y en twitter: @comunickanda.