Por: Silvia Lidia González / Editorial

Escritores laureados con el Premio Nobel, cantantes populares, pintores, directores de cine y otros artistas iberoamericanos han demostrado que el Japón exótico, misterioso y desafiante tiene otro rostro, especialmente en momentos cruciales de la historia, como los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki, en agosto de 1945.
La era atómica nació entre una severa vigilancia informativa que borró los testimonios de los protagonistas bajo la abstracta figura de una enorme nube en forma de hongo. Tempranamente, ajenos a las presiones informativas en Estados Unidos y Japón, lejos en la geografía pero cercanos en la preocupación humana, artistas iberoamericanos de diferentes disciplinas intuyeron otra realidad, otros rostros y marcas de vida bajo aquella nube y, a través del “lenguaje de la sensibilidad”, nos han brindado, desde 1945 hasta la fecha, importantes muestras de una tercera visión sobre estos acontecimientos.

En “Oda al átomo”, el poeta chileno Pablo Neruda había escrito: “La ciudad desmoronó sus últimos alvéolos, cayó, cayó de pronto, derribada, podrida. Los hombres fueron súbitos leprosos, tomaban la mano de sus hijos y la pequeña mano se quedaba en sus manos”.
Otros poetas inspirados en estos acontecimientos han sido el también chileno Oscar Hahn, los uruguayos Mario Benedetti y Elías Uriarte, además del nicaragüense Ernesto Cardenal. En Venezuela, hay textos especiales de José Ramón Medina, así como poemas de Andrés Eloy Blanco y Gregory Zambrano.
Recientemente el tema reaparece en las narraciones del mexicano Víctor Manuel Camposeco,Correo de Hiroshima; y de los españoles Emilio Calderón, Los sauces de Hiroshima; Andrés Pascual, El haiku de las palabras perdidas y el dramaturgo Alfonso Sastre en su mini-cuento “Nagasaki”.
En las artes plásticas, el surrealista español Salvador Dalí decía que el “misticismo nuclear” había inspirado sus pinturas “Melancolía atómica e idilio de uranio”, “Las tres esfinges de Bikini” y “Leda Atómica”. También pintaron obras alusivas los venezolanos Alirio Rodríguez y Salvador Valero, el nicaragüense Orlando Fonseca y el colombiano Augusto Rendón. Además, el colombiano Fernando Botero es el creador de la emblemática escultura de la “Palomita de la paz”, ubicada en la entrada del Museo de Arte Contemporáneo de Hiroshima. Por su parte, el reconocido artista mexicano David Alfaro Siqueiros pintó “El átomo” dentro del que se considera el mural más grande del mundo, en la Ciudad de México. Asimismo, justo en este espacio se originaría “Mito del mañana” (Asu no shinwa) obra crítica sobre el desastre nuclear, de su amigo, el artista japonés Taro Okamoto.


El cine se ha ocupado del tema en la película “One more day for Hiroshima” (en fase de producción) del director mexicano Luis Mandoki, así como en el documental “Visiones de Hiroshima”, del venezolano Julio Martínez.


Años después, cuando el mundo pudo ver fotografías de la tragedia, encontró, sorprendentemente, las mismas escenas que el venezolano había intuido. La mayoría de los artistas en esta muestra no tuvieron la experiencia de estar en Hiroshima o en Nagasaki, ni la visión, ni el conocimiento directo. Tampoco tuvieron información completa por los medios periodísticos, ni hablaban japonés. Pero hubo en ellos una toma de conciencia que partió más de la naturaleza humana, de algo más profundo que sólo puede expresarse a través del “lenguaje de la sensibilidad”.
El Portal de Monterrey


