Editorial |
Facetas de México | Por: Jorge Martínez Cedillo
Este uno de octubre de 2024, culminó un periodo más de gobierno en México, después de seis años de gestión de Andrés Manuel López Obrador, en un marco más parecido a un “mandato de facto” que a una República Democrática. En su toma de posesión de la Presidencia de la República Mexicana, la nueva mandataria, Claudia Sheinbaum Pardo, declaró enfáticamente sus intenciones y promesas claras, de “crear un segundo piso” de la Cuarta Transformación.
El supuesto “primer piso” se caracterizó por un tremendo desbalance entre el presupuesto federal y el gasto público anual. Esto obligó al gobierno a contraer una deuda externa “a ojos vista impagable”, que creció año con año hasta llegar a un acumulado de 6,6 billones de pesos en 2024, sin la esperanza de que, en breve tiempo, las obras simbólicas, de muy alta inversión, empiecen a ser rentables.
Lejos de que López Obrador cambiara su estrategia de desarrollo económico por circunstancias nacionales e internacionales, basadas en una austeridad energética, fundamentalmente por derivados del petróleo, hizo caso omiso de las señales de países desarrollados y de otros muchos en ese proceso, para impulsar proyectos a favor del cambio de automotores con combustibles de gasolina y diésel, por electricidad.
Otra estrategia fallida de López Obrador, de distraer recursos fiscales del presupuesto federal, originalmente programados para impulsar a productores campesinos y pequeños agricultores y ganaderos, así como forestales y pescadores, marcó la sepultura de las aspiraciones de millones de jóvenes de lograr mejores condiciones de vida por sí mismos, pero fueron incorporados a programas sociales, como “Sembrando Vida”, “Jóvenes construyendo el futuro”; la “Pensión para adultos mayores” y “Becas para Educación Básica”.
Andrés Manuel López Obrador consideró que el campo mexicano podría mantenerse en un ritmo de crecimiento, sin recursos financieros del gobierno de la República. Así, decidió cancelar las operaciones de crédito para todo el sector rural, y desaparecer la Financiera Nacional para el Desarrollo Agropecuario.
El mismo mecanismo ordenó realizar con el área de Fideicomisos del Banco de México, a través del organismo llamado FIRA, y dejar desprotegido al medio rural, a los productores de carne de res, cerdo y pollo, así como de leche y huevo, y, si faltaran algunas cantidades, se importarían sin mayor trabajo.
En estas circunstancias, una de las preocupaciones de gran parte de los mexicanos, es ahora cómo aumentar la productividad del campo mexicano, después del retiro del financiamiento oficial, aunado a un periodo de lluvias muy irregular en todo el territorio, durante los últimos tres años.
Tan sólo en maíz, principal grano de consumo nacional, será necesario importar alrededor de 14 millones de toneladas; también se tienen déficits en frijol, arroz, trigo y sorgo. Este último, para consumo de la ganadería productora de carnes de res, cerdo y pollo, así como huevo y leche.
La nueva Presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ante este panorama incierto de la economía del país, tendrá que tomar decisiones acertadas e inmediatas en materia de apoyos a la producción de alimentos, a fin de revertir un proceso que llevó, durante los últimos seis años, a una mayor pobreza en el sector más sensible de la producción, en particular de los alimentos que nos ofrecen los campesinos mexicanos.
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