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“Hacia el cierre del siglo pasado e inicios del actual, reflejado en la crisis de 2008, nos dimos cuenta de que un capitalismo sin control, sin empatía, sin equidad, genera las propias causas de su debilitamiento y lo que estamos observando en el siglo XXI es el inicio de la disrupción”, afirmó Ildefonso Guajardo Villarreal.
El exsecretario de Economía nacional de 2012 a 2018 señaló que la disrupción se presenta en el momento en el que los críticos más fuertes a la globalización no eran los países en vías de desarrollo, como los de Latinoamérica en los años 70, porque esos países se habían subido a la “ola de la globalización”, sino que viene de las clases medias de los países ricos.
En su conferencia Desde el Nafta hasta el T-MEC, una historia para contar, impartida la noche del jueves en el Teatro de la Universidad de Monterrey, indicó que los países disfrutaron de un tratado durante 25 años, aunque nunca se le puso atención a su sustentabilidad política.
“Claramente, hay una primera lección: no podemos esperar que la política pública, por más exitosa que sea técnicamente, se sostenga en el tiempo, si no se construye su consenso en la sociedad y en el sistema político electoral”, expuso.
En el evento, organizado por la Universidad de Monterrey y el Colegio de Monterrey, estuvieron presentes Carlos Basurto Meza, vicerrector de Educación Superior de la UDEM; y Roberto González Treviño, presidente del Colegio de Monterrey; así como Samuel Hiram Ramírez Mejía, profesor de la Escuela de Derecho y Ciencias Sociales de la UDEM, como moderador en el momento de las preguntas y respuestas de la conferencia.
Guajardo Villarreal comentó que el crecimiento del ingreso de los últimos 30 años se concentró en el 1 % más rico de los países desarrollados, por lo que las clases medias tuvieron un crecimiento real de 0 % en su posición.
Aunque en los países en desarrollo el impacto fue tan importante al “subirse” a la globalización, ya que todos ganaron, unos obtuvieron “mucho menos”, como son los grupos más vulnerables: las clases bajas, según el ponente.
El economista regiomontano mencionó que, con la elección de Estados Unidos en noviembre de 2016, las clases medias norteamericanas mostraron su disgusto con el modelo de apertura comercial y de integración global.
“Aquellos que creen que los problemas de México empezaron con la elección de Donald Trump están profundamente equivocados; es no haber entendido las señales en el tiempo correcto de lo que estaba pasando hacia el interior de la economía norteamericana”, advirtió.
Agregó que las familias que habían crecido con el sueño americano de encontrar un empleo en el sector automotriz y de garantizar el futuro de sus hijos y de la nueva generación con una educación universitaria se dieron cuenta de que la competencia fue totalmente dura y que la robotización generó un impacto profundo en los esquemas de empleo y contratación.
“Aquello que llaman el cinturón de óxido, que son los estados norteamericanos en donde estaba basada la manufactura norteamericana a partir de los 60 y 70, sufrió un impacto fundamental: solo en el sector manufacturero, a partir de 1994 y hasta 2010, en Estados Unidos se perdieron casi dos millones 500 empleos; la productividad aumentó, pero, sin duda, esos desempleados tienen nombres, tienen apellidos y tienen historias, elementos que afectó claramente el posicionamiento del electorado norteamericano a la hora de la toma de decisiones”, explicó.
Guajardo Villarreal relató que se crearon 16 millones de empleos en el sector de innovación y de nuevas tecnologías, pero aclaró que el problema es que los ganadores no necesariamente compensan a los perdedores.
“Al final del día, aprendimos que los acuerdos comerciales como el Nafta no son una varita mágica que resuelve todos los problemas”, reconoció.
El miembro del equipo negociador del T-MEC destacó que el primer tratado ayudó a México a desarrollar competitividad, excelencia empresarial y a generar empleos, pero se quedó corto, porque, al mismo tiempo que se abrió la economía, no se tuvo el valor de establecer libre competencia en energéticos.
“Obligamos a empresarios medianos y pequeños a competir con sus contrapartes tejanas, cobrando una electricidad más cara, los energéticos más caros, no combatiendo monopolios que le absorben rentabilidad”, detalló.
“Sí, hubo beneficios tremendos en la creación empleos y de riqueza (en México), pero el número de pequeños y medianos empresarios, que son el corazón de un país, no tuvieron las condiciones para florecer al ritmo que debieron haberlo hecho”, apuntó.
Redacción / El Portal de Monterrey