Editorial |
Once Varas | Por: Obed Campos
“Para un reportero en una guerra, territorio comanche es el lugar donde el instinto dice que pares el coche y des media vuelta; donde siempre parece a punto de anochecer y caminas pegado a las paredes, hacia los tiros que suenan a lo lejos, mientras escuchas el ruido de tus pasos sobre los cristales rotos…” Arturo Pérez Reverte
Decir que es tierra de nadie es mentir, porque el vecino estado de Tamaulipas tiene dueños, y no son los ciudadanos ni el gobierno, sino los miembros de la delincuencia organizada.
Pues sí, pero mientras el gobernador de Tamaulipas, el tibio Américo Villarreal Anaya “reconoce la crisis de violencia en Ciudad Victoria en la que 3 cárteles pelean controlar el territorio”, hipócritamente recibe las llaves de la ciudad de Laredo, Texas, como muestra del “humanismo de su gobierno”.
Eso sí, me han reclamado acá en Nuevo León qué carajos nos importa si el gobernador hace de su estado un rehilete… Gente que no conoce la definición del “efecto cucaracha”, que tiene que ver con vivir a un lado de un vecino desaseado.
Ah, pero el gobernador tamaulipeco, Villarreal Anaya, recibió de manos de Víctor D. Treviño, alcalde de Nuevo Laredo, las llaves de la ciudad. Como si se tratara de un big leaguer, cuando su administración ha pasado a la historia precisamente por todo lo contrario, es decir, por nefasta de tan gris y mediocre.
Eso sí, en la charada la presidenta municipal de Nuevo Laredo, Carmen Lilia Cantúrosas, y el secretario general de Gobierno, Héctor Joel Villegas; entre otros “pesados” y “pesadas” acompañaron al gober, quien, se ve, no puede meter orden ni en su cuadra de Ciudad Victoria pero tiene cara para que lo homenajeen los texanos.
Y ya no le busque: si quiere una buena definición para Tamaulipas, use la del gran Pérez Reverte: “Territorio Comanche”, con perdón de los comanches.
SUEÑOS (HÚMEDOS) DE UN PRÍNCIPE AZUL
Fiel a su costumbre de pasarse de copas, o más bien, de tragos de “cahuama”, el jimenense panista Eduardo Leal Buenfil se la pasó celebrando el fin de semana y contando, con voz en cuello, que ya le dieron luz verde en su partido, el PAN, para ser el candidato a la alcaldía de Allende, Nuevo León.
Conste que en Allende nadie quiere al ostentoso chamaco, quien se ha distinguido más por sus pachangas y parrandas que por una verdadera acción social, pero como diputado local que es, cuando se acuerda, por el distrito 26 su dedito está a las órdenes de los designios del finísimo Mauro Guerra, de quien es muy muy pero muy cercano.
La pregunta ahora sí que del millón de dólares, es, de dónde va a sacar Eduardito precisamente el millón de papeles verdes que, según los cálculos, hay que gastar en la campaña…
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